Pocos días atrás mi esposa y yo nos deleitamos al compartir una tarde con mis abuelos maternos. Era algo que deseábamos hacer desde hace algún tiempo: conversar, hacerles preguntas, “tomar nota” de la diversidad de experiencias que les ha tocado vivir en sus ocho décadas de vida… y aprender de ellos.

¡Qué satisfacción fue escucharlos hablar! Sus historias y anécdotas nos “trasladaron” mentalmente a la época en la que llegaron de Europa como inmigrantes… al tiempo de su adaptación a estas tierras sudamericanas… a los momentos de estrechez económica que los llevaron a migrar nuevamente entre países y provincias de habla castellana.

Distintas situaciones personales y familiares entrelazadas (a modo de intrahistoria) con los acontecimientos históricos internacionales.

En todo esto, lo que cautivó nuestra atención de manera particular fue redescubrir un concepto muchas veces olvidado: nuestras vidas constituyen un “continuo” en el devenir de la vida humana.

El ritmo vertiginoso con que se desarrolla nuestro mundo actual constituye, sin duda, uno de los principales escollos a la hora de apartar el tiempo necesario para pensar en esta realidad y aprender de las lecciones que tiene para ofrecernos.

Es obvio: el individualismo y la búsqueda del placer inmediato, al estilo hedonista, no dejan sitio posible para la recuperación de la memoria ni para la proyección integradora hacia el futuro.

Digámoslo de una manera más llana: todos tenemos una historia personal. Nuestro “aquí y ahora” no se debe a una suerte de “generación espontánea”.

Usted y yo constituimos un presente continuo que se basa en el pasado de quienes nos anteceden y al mismo tiempo se desarrolla como el “pasado” de las futuras generaciones.

La Biblia señala: “Pregunta a las generaciones pasadas; averigua lo que descubrieron sus padres. Nosotros nacimos ayer, y nada sabemos; nuestros días en este mundo son como una sombra. Pero ellos te instruirán, te lo harán saber; compartirán contigo su experiencia” (Job 8:8-10, NVI).

Esta visión (que para los amantes de la inmediatez puede significar algo muy parecido al tedio) llega a nosotros como una oportunidad de considerar nuestras vidas con una mayor conciencia histórica, esa que mira hacia el pasado con gratitud y actitud crítica de aprendizaje, y a su vez toma decisiones responsables, asumiendo la permanente construcción del futuro.

Cristian Franco

No estamos aislados de nuestros antepasados. Necesitamos con frecuencia sentarnos con nuestros padres y abuelos para conectarnos con las raìces de nuestra vida. De seguro que saldremos muy enriquecidos.

Tú, en cambio, te reunirás en paz con tus antepasados, y te enterrarán cuando ya seas muy anciano. Génesis 15:15.

Ya tengo ciento treinta años respondió Jacob. Mis años de andar peregrinando de un lado a otro han sido pocos y difíciles, pero no se comparan con los años de peregrinaje de mis antepasados. Génesis 47:9.

Las bendiciones de tu padre han sobrepasado las bendiciones de mis antepasados hasta el límite de los collados eternos; sean ellas sobre la cabeza de José, y sobre la cabeza del consagrado de entre tus hermanos. Génesis 49:26.