Hubo una vez un hombre que John Wesley calificó de miserable, por lo que profesaba poco respeto hacia él.  Se sentía superior a este hombre y en una ocasión, en la que aportó muy poco a una respetable organización de caridad, Wesley lo criticó abiertamente.

No mucho tiempo después, el caballero visitó a Wesley.  Este último quedó sorprendido al escuchar a aquel hombre, a quien había catalogado como tacaño,  y que ya por varias semanas venía subsistiendo con lo imprescindible.  Le contó que tiempo atrás, contrajo grandes deudas, pero desde su conversión, decidió pagar hasta el último céntimo a sus acreedores.  También le explicó que por ello, no compraba nada para su satisfacción personal y gastaba sólo en lo más elemental.

Cristo me ha convertido en un hombre honesto, dijo y por tener que enfrentar tantos compromisos, puedo dar  muy pocas ofrendas adicionales a diezmo.  Tengo que saldar toda responsabilidad con mis vecinos seculares. y mostrarles que la gracia de Dios puede obrar en el corazón de un hombre que una vez fue deshonesto.

Entonces Wesley ofreció disculpas a aquel hombre y le pidió perdón.

Es fácil encontrar faltas en otros, cuando no conocemos las circunstancias o motivos que fomentaron sus actos.  También es impresionante cómo escasos sucesos, puedan alterar para siempre nuestra percepción de una situación.  Cuando nos sintamos inclinados a juzgar, será un buen momento para suplicar a Dios la sabiduría y paciencia para entender las acciones.

Proverbios 11:12
El que menosprecia a su prójimo carece de entendimiento, pero el hombre prudente guarda silencio.