Existe una maravillosa convivencia entre tres seres de por sí interesantes: las nutrias marinas, el kelp y los erizos.

El kelp es la planta marina de mayor crecimiento registrado ya que crece un promedio de 50 centímetros diarios y su gran frondosidad se mezcla y entrecruza formando bosques que llegan desde profundidades marinas hasta la superficie. Los erizos depredan sobre el kelp al punto de hacerlo desaparecer por completo, cosa que no conseguían hacer gracias a las nutrias marinas que se alimentan de gran cantidad de erizos diariamente regulando su número.

Estos tres seres convivían en una equilibrada armonía hasta mediados del siglo XIX donde los hombres comenzaron a cazar a las nutrias marinas por el valor de su piel. A principios del siglo XX las nutrias se encontraban al borde de la extinción. Los erizos, librados de su natural depredador se multiplicaban diezmando los bosques de kelp hasta casi hacerlos desaparecer.

Entonces la naturaleza volvió a autorregularse dándole una nueva oportunidad a este fantástico ecosistema. Al disminuir notablemente los bosques de kelp los erizos comenzaron a morir masivamente a causa de la falta de alimento. Al reducirse considerablemente la cantidad de erizos, los bosques de kelp volvieron a multiplicarse otra vez. Las nutrias, ahora protegidas, no lograban aumentar su cantidad después de la matanza y lo que fuera una trilogía se convirtió en dos seres vivos regulándose mutuamente: al crecer el kelp volvían los erizos y al casi desaparecer el kelp los erizos morían en gran número y el fantástico ecosistema en el que viven muchos otros animales lograba subsistir.

Entonces el hombre volvió a aparecer en escena. A mediados del siglo XX la zona comenzó a ser seriamente contaminada por la presencia de los seres humanos concentrados en las ciudades costeras. Muchos animales fueron víctimas de esta contaminación y los erizos, carroñeros al fin, se alimentaban de ellos. Este exceso de alimento volvió a beneficiar a los erizos que aumentaron su número en forma progresiva y alarmante. La gran cantidad de erizos no tardó mucho en depredar masivamente los bosques de kelp, pero aún cuando el kelp desaparecía, la contaminación impedía que los erizos murieran de hambre masivamente.

Entonces los “amigos de los animales” decidieron tomar cartas en el asunto convenciendo a los buzos deportivos zonales de bajar a los fondos marinos armados con martillos para destrozar a los erizos, seguros de que esta medida ayudaría a su regulación definitiva. Obviamente no resultó así. Ya que es ridículo y hasta contradictorio que se ayude a la naturaleza asesinando a martillazos a un animal. La destrucción causada por los buzos sólo aumentó la catástrofe sufrida por la contaminación pero no logró detener el avance de los erizos.

El hombre tratando de arreglar lo que el hombre descompuso suele ser el principio del desastre ya que solemos creer que, como seres pensantes, podremos encontrar la solución y promover el equilibrio. Cuando la verdadera solución es que el hombre simplemente deje de hacer lo que está haciendo. Que el hombre regule la contaminación que el hombre provoca para luego sentarse a ver cómo la naturaleza nos da una nueva lección de equilibrio.

Tito Rodríguez
Director
Instituto Argentino de Buceo

Definitivamente Dios es sabio. Él es el creador de todo y lo ha hecho todo de tal manera que él hombre no puede cambiar el curso de lo que Dios ha hecho. Desde que el pecado entró en el mundo él hombre hecho para reinar se convirtió en un esclavo y su esclavitud lo ha llevado a esclavizar lo que él toca. Pero, Dios en si misericordia, envió a su hijo para traer el equilibrio en el mundo y sobre todo la salvación. Así como las misma naturaleza nos enseña como ella misma se regenera….Dios es el único que nos puede trasformar.

He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad. Isa 43:19

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. II Cor 5:17