“Guarda silencio ante el Señor; espera con paciencia a que él te ayude. No te irrites por el que triunfa en la vida, por el que hace planes malvados”. Salmo 37:7

Lleno está el mundo de ruidos, palabras y sonidos que terminan quitando el descanso del alma, pero en medio de ese ruido, hoy puedo escuchar quietamente la amonestación que llega a través del salmista. Guarda silencio delante de él.

Hoy, al llegar ante la presencia del Señor quiero presentar delante de Él, todo lo que soy y todo lo que tengo..y en quietud y silencio del alma le quiero entregar todos mis derechos, mi tiempo, mis talentos, mi futuro y todo lo que poseo. Quiero en silencio ratificar delante de Él…que no me debo a mi mismo. Todo se lo debo a Él. Eso me librará de irritarme hoy, cuando vea los que por malos caminos andan y parecen florecer exitosamente.

Yo sé que hay dificultad en renunciar a mi mismo. Sé que no es fácil renunciar a mis derechos y a mi reputación y a mis propios éxitos labrados por mi propia mano, pero de que sirve gastarme a mi mismo en una carrera loca y desenfrenada si no aprendo a quedarme quieto y en silencio ante su trono. Aún en el camino cristiano tiendo a ser un activista lleno de planes, proyectos e ideas.

Me siento impulsado en cada momento a hablar y a proyectar mi imagen  pero, de que sirve todo esto. Cuando en esta loca carrera me hundo, pronto me irritaré cuando vea la prosperidad de otros y sobretodo la de aquellos que hacen planes malvados. Pero si me quedo en silencio delante de Él….veré los planes de Él..los proyectos de Él y la dirección de Él..entonces no tendré tiempo para mirar a los malvados.

La quietud del Espíritu, sólo la produce el Espíritu de Dios y esa quietud trae la calma profunda, suave y dulce que nadie me puede dar. El mundo no me la puede dar, los éxitos humanos tampoco y ni siquiera la gente que me rodea. Pero la quietud que produce el Espíritu de Dios si es quietud de corazón.

Hoy entonces me propongo a guardar silencio delante de Él y en Él…poder esperar y en Él poder confiar.

Señor. Jamás podré conseguir en este mundo la quietud que en ti encuentro. Hoy atiendo la amonestación de tu palabra y me propongo a guardar silencio delante de ti y esperar con paciencia que tú me ayudes a continuar en la carrera que tengo por delante.

Señor, conoces todos los compromisos que tengo por delante yo no puedo luchar por mi mismo, porque me desgano…pero esperaré en ti, porque tu me abres camino donde no existe y me enseñas la vereda segura y permanente que me lleva a la tranquilidad genuina del espíritu.

Dr. Serafìn Contreras Galeano.
www.serafincontreras.com