Después de un naufragio en una terrible tempestad, un marino pudo llegar a una pequeña roca y escalarla, y allí permaneció durante muchas horas.
Cuando al fin pudo ser rescatado, un amigo suyo le preguntó:
–¿No temblabas de espanto por estar tantas horas en tan precaria situación, amigo mío?.
–Sí –contestó el náufrago–, la verdad es que temblaba mucho; pero… ¡la roca no…! Y esto fue lo que me salvó.
Salmos 18:2
Roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él
confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Salmos 31:3
Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me
encaminarás.
Salmos 61:2
Desde el cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayaré.
Llévame a la roca que es más alta que yo,
Salmos 71:3
Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has
dado mandamiento para salvarme, Porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
Señor Jesús, gracias por haberte fijado en mi, por haberme amado, por haber traído a mi vida, tiempos de paz, refrigerio para mi alma, salud para mis huesos, fortaleza para mi alma y que hoy sólo puedo sentir aquella necesidad de buscarte, de estar pensando contínuamente en Ti, en añadirte en mis quehaceres, en no tener otro idioma que hablar de Tu palabra, puedo mirar hacia atrás, y ver que haz hecho de mi, una nueva criatura, con una visión totalmente diferente, con una conducta y una forma de ser, totalmente cambiada, es cierto que aún, quedan ganchos que por cierto, empañan Tu gloria mi Señor, y me duele porque yo no los puedo sacar de mi, sino el esperar en Tu misericordia que renuevas día a día para alcanzar aquella gracia tan anhelada, todo está en Tus manos mi Señor, más, heme aquí, envíame a mi cuando me necesites. Gracias Dios mío, para Ti oh Dios honra y gloria desde ahora y para siempre. Amen y amen
Aunque tiemble, mi Fe esta en la Roca Eterna. Jesucristo, mi Salvador.