Quiero iniciar agradeciendo a todos los amigos de renuevo de plenitud que dejaron sus comentarios en el artículo  que recién publicamos la semana pasada  (Auxilio, mi hija se me escapó de las manos), en donde cuento la historia de unos padres que  tienen dificultades para manejar las conductas de su pequeñita, a quien desde su corta edad ya habían etiquetado como una “niña problema” tanto sus padres como sus maestras.

Me llamó la atención la cantidad de comentarios, en donde muchos se identifican con mi historia, ya sea porque la viven  con alguien cercano o porque la vivieron hace tiempo.

Hoy en día vivimos la particularidad de que nuestros niños y niñas pareciera que vienen con un “chip” instaurado que hace que hagan cosas que según nuestro aprendizaje esperábamos que  hicieran, pero mucho tiempo después. Constantemente nos sorprenden  con sus  preguntas o con sus conclusiones.   Creo que a muchos nos cuesta adaptarnos a esto; por eso a veces  reaccionamos  de formas inciertas, por que simple y sencillamente, como decimos aquí en mi tierra: “Nos agarraron fuera de base”.

Mi sobrino Sebastián acaba de cumplir cinco años; sin embargo en  muchas  ocasiones se  desempeña como  si fuera un niño mayor. Un día de estos me hizo el siguiente comentario: Tía, ¡tú sabes que tu mamá ahorita se va a morir! La frase la acompañó de un gesto de sabiduría, él estaba convencido de que  me comunicaba una verdad absoluta. Entre sonrisa y asombro, le pregunté porqué creía que su Tita  moriría pronto. El rápidamente me contestó: ¡porque ella ya es viejita y todos los viejitos se mueren!

Esta intervención que hizo Sebastián fue muy rica pues de ahí partimos a un tema muy importante: la muerte. Hace un par de meses falleció alguien que era muy importante para él. Aunque en ese momento parecía que no comprendía lo que había sucedido, el solito ha ido elaborando el tema de la muerte; habla frecuentemente de los rituales que se hacen tras la muerte, pregunta cosas con referencia al tema, establece relaciones como vejez- enfermedad-muerte. Digo que fue muy rico porque  entre juegos, cosquillas y su programa favorito de televisión; tuvimos tiempo de hacer un intercambio de ideas muy provechoso.

Estoy segura que Sebastián ama  a su Tita; jamás tendrá la intención de hacer un comentario de mala intención para ella. Quizás en otra situación, o en otro momento, alguien pudiese reaccionar ante una situación tan natural cómo esta diciéndole al niño: “¿porqué dices eso, vea que eso no se dice?, esto esperando o teniendo la fe que la advertencia no se haga acompañar de una nalgada o un golpe….

Cuento esto porque si vieran la cantidad de veces que he escuchado decir a padres y a madres:  “Es que el/ella hace esto o aquello al propio”. Pues depende. Hay ocasiones en que lo que sucede es que  ambas partes están  comunicándose en sintonías diferentes.

Existen también aquellos que personalizan apresuradamente las conductas de sus hijos. Por ejemplo, hace unos días, una madre angustiada me contaba que, había llegado rápidamente a su casa a recoger unos papeles que ocupaba para una reunión muy importante que tendría en pocos minutos. Su pequeñita de  seis años, quien poco entiende eso de “reuniones urgentes” se guindó  efusivamente de su cuello a darle besos y a llenarla de preguntas. Mientras ella retocaba su maquillaje sucedió lo impensable….la niña se subió sobre el tocador y se sentó allí…. “ ¡Ve, ella lo hace para molestarme, lo hizo al propio, ella sabe que no debe sentarse sobre el tocador porque  es una regla, lo hizo para molestarme;   insistía la mamá!”

Le pregunté cómo era el ánimo de la niña cuando ella llegó: – estaba tranquila, me dio besos y me preguntó si podía acompañarme,  seguí alistándome- . Me atreví a preguntarle si existía la posibilidad de que su niña se hubiese sentado en el tocador para observarla mejor mientras se maquillaba, suponiendo que estuviese interesada  más en ver el proceso de maquillaje, pues a esa edad a las niñas les encanta  la idea de jugar con el maquillaje, o que quizás se subiera ahí para estar más cerca de ella…. A  la mujer le cambió la mirada, -quizás si, pero ella sabe que no debe subirse ahí…. –  Le pregunté cual fue su reacción, ella me respondió:
– ¡claro que la reprendí, me enojé con ella y la bajé fuertemente mientras le recordaba la regla!- .

De pronto se me ocurrió sugerirle otra forma de intervención: dado que la niña evidentemente no estaba teniendo ninguna conducta  provocadora, no había encontrado ningún cuadro de llanto, de berrinche, ni insistencias…  ¿ porque no bajarla alzada,  mientras con amor y ternura le recuerda la  cautela que debe tener, pues subiéndose a lugares cómo estos podía lastimarse y  cómo ella se sentiría de triste sabiendo que  su niñita se lastimó?

Los niños y las niñas no son molestos solo porque sí. Muchas veces lo que hacen es pedir atención, o aunque usted no lo crea pueden también pedir límites. Sí, le piden orientación, piden cuidados, piden afecto. Lo que sucede es que no saben a veces cómo hacerlo y resulta que la forma en que los adultos reaccionamos más rápido es cuando nos hacen berrinches o cuándo nos avergüenzan sus conductas…. ¡Ahí si!  Reaccionamos como toros enfurecidos, muchos se ponen hasta colorados y poco les falta por  bufar: respiran fuertemente, los ojos parecen que se les van a saltar y los gritos o los castigos no se hacen esperar.

¡Si tan solo pudiéramos intentar no llegar a este punto! No sólo porque para los niños es impactante ver a mamá o a papá transformados, sino porque para mamá y papá también resulta contraindicado estar sintiendo estas descargas de emociones negativas.

No puedo darle una receta mágica, porque lastimosamente no existe. Lo que si creo es que si atraviesa una situación parecida a las que le he narrado, quien necesita ayuda es usted. Si de alguna manera usted revisa el por qué de muchas cosas, logrará tener más claridad; por ejemplo: ¿Por qué siempre que me enojo me cuesta tanto controlarme? ¿Por qué siempre estoy a la defensiva?  ¿Por qué me cuesta tanto postergar mi enojo y terminó siendo impulsiva/o? ¿Por qué  me cuesta tanto poner o cumplir  límites  a mis hijos/as? ¿Por qué siempre trato de  corregir a mis hijos/as mediante amenazas: “vea que si no hace caso le voy a…”?

Hay un buen dicho que dice que “nadie nace aprendido”…. Gracias a Dios, ¿se imagina que aburrido sería que la vida pudiese ser tan mecánica o tan predecible? Creo que somos como arbolitos. Vamos creciendo y de acuerdo a los cuidados que recibamos,  nuestras raíces crecerán más fuertes.  Pero  cuando recibimos poco cuidado, cuando no fuimos bien alimentados en nuestras emociones, nuestras raíces crecen débiles. Cualquier arbolito que crezca cerca y que de alguna manera necesite sombra, quedaría desprotegido, recibiendo el sol de frente o a la intemperie….

En nuestra  vida  emocional  funcionamos parecido. Quizás de niños tuvimos carencias afectivas, o crecimos   en medio de estilos agresivos, desconfirmantes, negativos…. y ahora sin darnos cuenta reproducimos con nuestros hijos e hijas estos estilos, con la particularidad de que quizás no entendemos porqué, pero si nos sentimos culpables o responsables por lo que hacemos con nuestros niños o niñas.

Lo he escrito en muchos de mis artículos. ¡Busque ayuda! Trabaje en su sanidad emocional. Investíguese a sí misma/o. Pídale sobre todo  discernimiento a Dios para poder comprenderse, pero también reconozca que Dios puede utilizar a otras personas para hacer su obra en usted. Esto funcionaría así: ¿Puede usted verse su nuca o cuello en la parte trasera? Definitivamente no.  Por eso hay cosas que necesitamos que otros vean, porque nosotros no tenemos la posibilidad de verlas, aunque estén en nosotros.

¡Hasta entonces!

Licda. Tatiana Carrillo Gamboa.
Psicóloga – Psicopedagoga.