Para la mayoría de la gente, el día de graduación es excitante… la culminación de años de duro trabajo.

Mi día de graduación no fue así.  Recuerdo ese fin de semana hace dos años.  Familiares y amigos habían viajado desde todas partes del país para ver a nuestra clase desfilar por ese escenario.  Pero como todos en mi clase graduanda, yo había observado cómo la economía había ido de mal en peor ese último año.  Como graduandos, tendríamos diplomas pero proyecciones muy limitadas.

Muchas solicitudes no habían dado fruto y sabía que al día siguiente, cuando mi alquiler finalizase, no tendría más un lugar al que llamar hogar.

Las semanas posteriores no fueron fáciles.  Recogí todo lo que pude y lo puse en un depósito.  Entonces, sabiendo que el pueblito de mi universidad no podría ofrecerme muchas oportunidades, empaqué mi auto y conduje hasta el Sur de California para buscar empleo.  Pero lo que pensé que tomaría una semana, se tornó en dos, luego en cuatro y cien solicitudes de empleo más tarde, me hallé en exactamente la misma situación que antes.  Y la fecha de vencimiento de pago de mi préstamo universitario se acercaba cada vez más.

¿Conocen esa sensación cuando nos levantamos y nos consume el temor?  ¿Temor sobre algo que no podemos controlar, aquel sentimiento de fracaso inminente que se mantiene sobre nosotros mientras anhelamos que todo lo que nos ha pasado hasta el momento sea tan sólo un mal sueño?  Ese sentimiento se tornó constante en mi vida.  Los días se sentían como semanas, las semanas como meses y aquellos muchos meses se sentían como una eternidad de precarismo sin fin.  Y lo más frustrante era que sin importar cuánto lo intentase, simplemente no podía lograr progreso alguno.

Así que, ¿qué hice para mantener mi cordura?  Escribí.

Hay algo sobre poner en palabras en una página que hace que las cosas se vean un poco más claras… un poco más brillantes.  Algo sobre escribir me dio esperanza.  Y si queremos algo lo suficientemente… ¡entonces un poco de esperanza es todo lo que necesitamos!

Canalicé mi frustración hacia un libro para niños.  “Más Allá del Río” era la historia de un héroe improbable que presentaba como su estrella a un pececito que simplemente rehusaba renunciar a su sueño.  Y entonces, un día, sin ningún tipo de título en escritura ó contactos en ese mundo—tan solo mucho trabajo duro e insistencia—¡se me ofreció un contrato de publicación para mi primer libro!

Después de aquello, las cosas comenzaron a tomar su lugar lentamente.  Se me ofreció un contrato para un segundo libro.  Luego, unos meses después, obtuve una entrevista con la Compañía Walt Disney y poco después fui empleado.

No nos rindamos, aún si las cosas se ven oscuras.

Hace dos años me hallaba en mi auto, tomando sopa fría directamente de la lata.  Las cosas cambias.  Si trabajamos duro y nos damos tiempo y no nos rendimos, las cosas siempre se pondrán mejores.  A menudo nuestros sueños nos esperan tan sólo un poquito más adelante… todo lo que necesitamos es el valor para empujar un poco más río arriba.

Alex W. Miller, copyright 2011

Fuente: www.motivateus.com

Al enviarles este pensamiento, varios rostros me vienen a la mente… rostro de gente valiosa, dotada, y con muchas ganas de salir adelante que todavía no han visto sus sueños cumplirse pero que valientemente se aferran a ellos.  Pues para ustedes, reciban la historia de hoy como una confirmación de parte de Dios de que necesitan seguir insistiendo un poco más.

Aferrémonos al Señor y confiemos en Sus promesas, afirmemos nuestra esperanza en Él y esperemos que aquello que lo que Él comenzó en nosotros como un sueño, habrá de ayudarnos a llevarlo a la realidad.  Tal vez algunos estaban considerando simplemente rendirse y dejarse llevar por la corriente…   Sé que Dios habrá de confirmar Sus promesas y saldremos edificados y entusiasmados por el futuro que ahora está más 
cerca que nunca.

Adelante y que el Señor haga brillar Su rostro sobre cada uno de ustedes.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán.