Cuenta una historia que hace muchos años un Judío trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega.   Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo;   se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador.

Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar una y otra vez, pero nadie lo escuchaba.   La mayoría de los trabajadores se había ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta. 

Llevaba cuatro horas en el refrigerador y se sentía ya al borde de la muerte, sin esperanzas de salvación. 

De repente y para su inmensa alegría, se abrió la puerta.    El guardia de seguridad entró y lo rescató.

Después de esto, le preguntaron al guardia a qué se debía el que se le ocurrió abrir ésa puerta sino era parte de su rutina de trabajo ??.

Él explicó:   llevo trabajando en ésta empresa casi 25 años;   cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mi en las tardes.  El resto de los trabajadores me tratan como si yo fuera invisible.

Hoy ,como cada día, me dijo  “ hola ”  a la entrada, pero nunca escuché  – “hasta mañana” . Yo espero por ese  hola,  buenos días,  y ése  chao o hasta mañana – cada jornada.    Sabiendo que todavía no se había despedido de mi,  pensé que debía estar en algún lugar del edificio y que algo debió pasarle, por lo que lo busqué y gracias a Dios lo encontré ”.

” El valor del Saludo, por el reconocimiento del otro como persona…”

“Sed Benignos UNos Con Otros”. Efesios 4:32