Dar a luz a un bebé y criar un niño es la experiencia más grandiosa de la vida natural.

Un niño es un regalo eterno.
No lo tenemos por una temporada,
sino para siempre.

Los bebés están muy cerca de Dios.
Vienen derechito del Cielo.

Es obvio que un niño no solo es un regalo divino,
sino también una tarea.

Si Dios te ha dado un niño, tu deber primordial es criarlo como es debido.

Tus hijos son la tarea que Dios te encomienda. Son también hijos Suyos —es cierto—, pero Él pide que nosotros los cuidemos y los formemos.

Aunque se trata de una labor que exige plena dedicación, trae consigo grandes recompensas y beneficios.

Debemos estar muy orgullosos de ser padres, porque la nuestra es la tarea más importante del mundo. Al fin y al cabo, labramos el futuro.

El mundo del mañana será lo que los padres de hoy hagan de él.
Lo forjan los padres según la crianza que den a sus hijos.

Nunca debemos menospreciar la formación de nuestros hijos.

¿Sabías que, de todo lo que un niño aprende,
más importante lo asimila antes de los cinco años?

Piensa entonces en lo crucial que es impartirle la debida instrucción y enseñanza durante esos primeros años formativos.
Por eso dice la Biblia: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él»
(Proverbios 22:6).