“Si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. 2 Crónicas 7:14

¡Eso es maravilloso! Es exactamente lo que quieren todos. Así que, ¿por qué alguien habría de luchar con la idea del perdón? Por muy extraño que sea, a las personas en general, incluso a los creyentes, se les dificulta mucho aceptar el perdón de Dios.

En el transcurso de tu vida con el Señor, descubrirás que el perdón es una de las verdades espirituales más difíciles de aceptar. Esto es porque, como es costumbre, no pensamos como Dios. Su manera de hacer las cosas casi siempre es contraria a la nuestra.

Si alguna vez has comprado un coche nuevo, sabes que los montones de pagarés duran mucho más que la emoción y el olor de aquel vehículo nuevo. Mes tras mes pagas la deuda enviando un cheque con tu pago.

El perdón es como tener a alguien que pague el total del préstamo. El montón de pagarés ya no cuenta, pero a veces es difícil acostumbrarse a que éstos ya no tengan significado. La fuerza del hábito puede hacernos sentir como si todavía debiéramos estar pagándolos.

El perdón es un regalo gratuito de Dios para todos los que aceptan a Jesús como su Salvador (Romanos 6:23) (Este es el significado de Salvador: “el que nos rescata del poder del pecado.”)  No hacemos nada para merecer nuestro perdón.

Un indulto que conmuta una sentencia no es lo mismo que la “reducción de la pena” por buen comportamiento. No hay absolutamente nada que podamos hacer para merecer el perdón por nuestros propios méritos. El perdón no es un salario que ganamos; no podemos aumentar nuestra cuota de perdón agregando horas extras o esfuerzo.

El único salario que hemos podido ganar por nuestro pecado es la muerte.
A causa de que a los humanos nos gusta lograr cosas por nosotros mismos, nos molesta cuando se nos dice que no podemos hacer nada para afectar la situación de nuestra vida. Por nuestro orgullo, es difícil aceptar que el perdón es completamente independiente de nuestro comportamiento.

No hay conexión entre el regalo del perdón y lo que hacemos o dejamos de hacer. Si nos detenemos a pensar en esto, es ridículo. Queremos ser perdonados, lo cual significa que se remueva toda conexión entre nosotros y nuestros hechos, pero estamos tentados por un deseo de ganarnos el perdón por nuestros propios esfuerzos.

Esta es otra de las muchas trampas que esperan atraparte mientras vives tu vida como creyente.  Escucharás las mentiras, murmurando sus (verdaderas) acusaciones pero llevándonos a una horrible conclusión engañosa: No mereces ser perdonado después de lo que hiciste. Ahora Dios nunca te va a perdonar. Nunca podemos merecer el perdón. Éste es el punto central.

Un criminal condenado en el corredor de la muerte no puede hacer nada para merecer perdón mientras está esperando la ejecución. Su única esperanza está en el indulto proveniente del ejecutivo principal del gobierno. ¡Nuestra única esperanza está en el Gobernante del universo!

Señor, Gracias por hacerme entender hoy que no merezco el perdón, pero por tu gracia me lo has dado y por la fe lo recibo, por la Obra de Jesus, tu hijo amado en el Calvario. Amén.

Dr. Daniel A Brown.
Disfruta tu diario vivir.