De manera que la ley ha venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por fe. — Gálatas 3:24

Junto con el amor, el perdón es la dinámica fundamental y más poderosa de las buenas noticias que Jesús le ha entregado al mundo. Mediante el perdón, Dios devuelve lo que está perdido.

Repara lo que está roto y restablece Su vida con nosotros. El perdón es el plan infalible que Dios ha implementado, de modo que nuestra relación con Él permanezca en constante restauración, en lugar de estar en la necesidad de una constante restauración. Es por eso y así cómo viviremos felizmente con el Señor por el resto de nuestras vidas.

El perdón es la obra milagrosa de Dios para salvarnos de las consecuencias de nuestro pecado. Nos lleva del lugar equivocado en el que hemos terminado como resultado de nuestro pecado al lugar correcto al cual Dios nos invitó.

La palabra para poder es dunamis, de la cual obtenemos la palabra dinamita que significa “fuerza, poder milagroso, habilidad, trabajo poderoso.” En nuestra cultura no tenemos la tendencia a pensar  en el perdón como una fuerza poderosa sino como una respuesta bastante endeble de alguien que ha sido una víctima ¿De qué maneras puedes ver el perdón como un gran poder?

Lo que nuestro lenguaje natural comunica respecto al perdón es muy diferente a lo que realmente  acarrea.

La mayoría de las veces lo usamos después de pequeñas metidas de pata (“Perdóname; No me di cuenta de que el asiento estaba ocupado”), o le pedimos a otros perdón con poca frecuencia por ofensas específicas (“Perdóname; Nunca debí decir eso”). En consecuencia, no nos damos cuenta de la magnitud y el poder del perdón.

¿Qué revela la Biblia acerca del perdón, y cómo funciona en nuestro caminar con el Señor? Para comenzar, el perdón es una de las características más imponentes del Señor: “Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado” (Sal. 130:4).

El perdón es la última palabra, la declaración final que puede ser emitida respecto al destino final de alguien. El perdón tiene la autoridad de conceder un indulto. Si cometieras un crimen capital y fueras sorprendido en el acto, fueras sometido a un juicio y fueras sentenciado, enfrentarías a varias personas, cada una de ellas con autoridad sobre tu vida. Éstas incluirían al detective que te arrestó, al fiscal que trajo evidencia contra ti, al jurado que te declaró culpable, al juez que te sentenció y al guardia que te encarceló. Pero ninguno de ellos podría igualar la autoridad que tiene el gobernante con el poder de concederte clemencia.

Jesús nos dijo que no temiéramos al que puede afectar solamente esta vida, sino que temiéramos al que tiene autoridad para afectar nuestra eternidad (Lee Lucas 12:4-5.) La clemencia y el perdón siempre pueden superar al juicio porque tienen lugar después de que el veredicto y la sentencia hayan sido anunciados (Santiago 2:13).

El perdón tiene el innegable derecho de tener la última palabra, y una vez que ha sido dicha, nada más puede decirse, excepto “Gracias.”

El perdón es la obra milagrosa de Dios para salvarnos de las consecuencias de nuestro pecado.

Hoy entonces entenderé lo que es el Perdón y viviré en ese perdón.

Señor, Gracias por morir en la Cruz del Calvario por mi para darme Perdón. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
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