¿Le has dado alguna vez un hueso a un perro y te ha regalado esa muestra de gratitud sobreexcitada y desmesurada? ¿No sería genial si pudiéramos sentir ese nivel de gratitud por todos los regalos que nos ha dado Dios, incluso cuando pueda parecer poco más que un hueso tirado en nuestro camino?

El amor incondicional. ¿Es que hay alguna otra criatura en el mundo que lo encarne tan a la perfección? Si el amor perfecto es amar “a los otros como Yo os he amado”, entonces quizás amar “a los otros como vuestro perro os ama” debe de ser el nivel inmediatamente inferior, y la mayoría de nosotros no tendría más éxito cumpliendo con el segundo nivel que con el primero.

“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad.

 Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Mi amor es imperfecto y fracasa, todos los días, en alguno de los elementos anteriores. Por contra, mi perro es el absoluto ejemplo de todos. Sólo Dios podría hacerlo mejor.

Jeffrey Bruno director de arte de Aleteia.org.

En amada memoria y profundo agradecimiento.

Beatrice

Fuente: es.aleteia.org