Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Salmo 22:1)

Abandonado – Si quiere comprender la profundidad del lamento de David, debes saber algo sobre el verbo que escoge.  “´Azav” tiene una historia especial, una historia que matiza de negro esta apertura.

La primera vez que vemos “´azav” en la Escritura es en Génesis 2:24, un versículo que es el opuesto polar del lamento de David.  “Por esta razón, el hombre dejará,” en realidad es el verbo “abandonará.” Un hombre abandonará, se separará de sus padres para unirse, juntarse y adherirse a su esposa.  Hay un precio a  pagar para entrar a la nueva unión, pero éste “abandono” bien vale la pena.

El matrimonio es el símbolo humano de la intención de intimidad de Dios para nuestra relación divina.  Ciertamente David debió haber tenido en mente ésta unión gozosa cuando uso el mismo verbo para expresar un abandono que nos deja vacíos.  La ecuación no está balanceada.  En lugar de producir un aferramiento a partir del abandono, nos abandonan en el altar.  La novia no llega.  En el último momento, Dios parece haber escogido el divorcio en vez del matrimonio.  No habrá celebración, no habrá “venados del amanecer” porque la boda se ha cancelado.  Lo que debió haber sido un matrimonio hecho en el cielo se ha convertido en una separación del infierno.

La película Llanto y Susurros de Ingmar Bergman relata la vida de un ministro que ha dejado de experimentar la presencia de Dios.  Ante la solicitud de orar por una mujer moribunda, ofrece una plegaria pero confiesa que sus plegarias dan con un techo de plomo.  No tienen respuesta.  Dios ha abandonado a los hombres.  Ciertamente hay días en que nos encontramos en los rincones oscuros del universo, preguntándonos donde está el Dios de gracia.  Estos son momentos de teología de las emociones genuina.  Las propuestas intelectuales no pueden tocar la desesperanza de nuestros deseos más profundos de unión íntima,  sentimientos que permanecen sin saciar.  Algo anda mal con el mundo, y no tenemos el poder para  corregirlo.  A menos que Dios arribe con toda su gloria emocional, nuestras vidas serán tan insatisfactorias como las de los que quedaron esperando ante el altar.  Cuando fracasa el amor, el mundo cae.

Una teología de las emociones debe comenzar con dolor, el lenguaje universal de todos los seres humanos.  Si tu versión de la alabanza y adoración ignora los lamentos reales de almas destrozadas, entonces vives un cristianismo anémico.  Para que  Dios sea mi compañero intimo, el amante de mi alma, entonces debe venir a mi cuando me sobrecoge el dolor, cuando estoy desesperado y solo.  Necesito a Dios que siente lo que siento; un conyugue divino Quien conoce la oscuridad que  intenta ahogarme.  Yo necesito el balance de la ecuación.  Abandonar debe ser igual a aferrar.

Escrito por Skip Moen, traducido por Bessy.

Dr. Skip Moen.
www.SkipMoen.com