“De donde vienen las guerras y las peleas entre ustedes? Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior” Santiago 4:1

La guerra ha roto la fuerza entre los hermanos.  Las semillas de sospechas se plantan.  El orgullo sobre participaciones razona.  Las lenguas comienzan a moverse y esparcir chismes y como una telaraña pronto quedamos enredados en ella.

La rencilla corre desenfrenada.    Y cuando la lucha es entre hermanos casi  preguntamos al Señor, Señor, de que lado estás tú?  Y el Señor dice, yo no he venido para tomar lados, he venido para asumir la dirección.

Hoy se que las peleas y la guerras vienen de nuestras luchas internas y de nuestras pasiones desenfrenas que bullen en  mi interior.  Hoy quiero buscar al Señor con un corazón lleno de arrepentimiento.  Hoy quiero enfrentar y restaurar mis hermanos en un espíritu de mansedumbre.

La Biblia me enseña que cuando oro, primero debo perdonar a aquel que me hizo algo y por lo cual yo he guardado rencor  , para que así mi Padre Celestial también me perdone.  Se que yo no existo para vengarme o para guardar rencor contra un hijo de Dios, sino para amarlo.

Estoy y soy llamado para compartir el espíritu de amor, gracia y un corazón de paz.  El Señor es bueno y cuando el problema viene en el encuentro el único refugio para ir.  El es la única persona que me comprende totalmente y es el único que me puede sanar las heridas internas.

Yo no puedo culpar a ha nadie de mi resentimiento y mi enfado. Esa es mi única responsabilidad.  Yo soy el que me enfado no son los demás los que me hacen enfadar.

El Señor me revelará cualquier cosa que este en mi alma y que contribuye para que la controversia entre los hermanos crezca. Hoy puedo decirle al Señor, crea en mi un corazón puro y renueva un espíritu recto.  En Dios yo tengo esperanza, perdón, amor, paz y unidad.

No puedo decir que no puedo sembrar paz, porque si Dios está dentro de mi, él es el único Dios de paz.  Hoy se de donde vienen las guerras, vienen de las pasiones desenfrenadas de mi turbado corazón, por lo tanto me acerco al Señor para que él calme mi tormenta interna y me haga un pacificador.

Señor.  Grande es tu amor, porque cuando yo era tu enemigo, te entregaste por mi para darme la paz que abunda y todo lo llena.  En este momento en acerco ante tu presencia con un espíritu quebrantado para pedirte que me ayudes a ser un pacificador.

Ya no quiero que mis turbaciones internas, turben a otros y hoy quiero ser un proclamador de tu paz y un pacificador de la guerra. Amén

Dr. Serafín Contreras Galeano.
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