He proclamado buenas nuevas de justicia en la gran congregación; he aquí, no refrenaré mis labios, oh SEÑOR, Tú lo sabes. No he escondido Tu justicia dentro de mi corazón; he proclamado Tu fidelidad y Tu salvación; no he ocultado a la gran congregación Tu misericordia y Tu verdad. —SALMO40:9-10

No es que hubiéramos hecho algo malo al alabar al Señor sólo en nuestro corazón. Él puede “escucharnos” cuando lo hacemos. Y muchas veces la adoración interna es más apropiada en ciertas situaciones que lo que podría ser la alabanza externa. Podemos orar tanto en silencio como en voz alta y podemos adorar con nuestros labios o sin ellos.  Pero especialmente en la iglesia con otros creyentes, queremos cantar en voz alta cánticos viejos y nuevos.

Queremos celebrarlo con nuestras palabras.  Más allá de las actividades particulares de la adoración (y otras, como aplaudir, gritar y tocar instrumentos), también podemos expresar nuestra alabanza al Señor al presentar nuestras vidas completas a Él. Como hijos de Dios recién adoptados, somos testamentos vivos “para alabanza de Su gloria,” lo que significa que nuestra recuperación y restauración le comunica a toda la creación cómo es Dios exactamente, y qué es cierto de Él.

Somos embajadores de Su reino, y entre más vivimos la vida a Su manera, en lugar de a nuestra manera anterior, más atención atraemos hacia Él. Nuestro estilo de vida se refleja en Él.

Pablo define el máximo “culto espiritual de alabanza” no como una reunión en la iglesia para cantar, ¡sino como una ofrenda de ti mismo que le haces al Señor! (Romanos 12:1) La declaración de adoración más profunda que puedo hacer es presentar mi cuerpo en el altar como un sacrificio y decir: “Aquí está mi vida, Señor, úsame como quieras. Me rindo a Ti completamente.”

En nuestra cultura, un sacrificio generalmente es visto como algo que rindo, una decisión que tomo de ceder o negarme a mi mismo algo que realmente quiero. Por lo tanto, es comprensible que mucha gente se confunda acerca de lo que Dios quiere hacer con ellos cuando se sacrifican. Piensan: Bueno, mi vida no va a ser tan plena o divertida como habría sido, pero quiero que Dios sepa que elijo vivir para Él.

El propósito de Dios respecto al sacrificio nunca ha sido que terminemos con menos. Por el contrario, como estamos aprendiendo, todo lo que Dios ha dispuesto para nosotros en la tierra es llevarnos más cerca de Él en amor. Principalmente, el sacrificio es un medio de eliminar los borrones de nuestros registros, encargándose de las obras malas que nos separan de Dios.

La expiación transfiere el pecado y su castigo de nosotros a alguien más.

Además de ser un medio de quitar el pecado de la vida de alguien, el sacrificio también es un medio de traer transformación.

Un sacrificio realizado en la tierra está destinado a ascender al cielo.

De alguna manera transfiere un mensaje de una dimensión de la realidad a otra. Un cordero en su forma física y corporal no puede ser ofrecido a Dios que está en los cielos debido a que es carne y sangre.

Una persona puede intentar lanzar un cordero al firmamento en un esfuerzo por enviarlo al cielo, pero siempre se volverá a caer. Entonces ¿cómo logra uno que el cordero enviado al firmamento se quede ahí?  Transfórmalo a un sabor dulce que huela bien; convierte el cadáver tangible en humo intangible al quemarlo como sacrificio.

Así es la alabanza y la adoración es como dulce aroma que sube ante el trono.

Hoy mientras lo adoro seré transformado de Gloria en Gloria.

Señor, elevo mi alma en adoración a ti para cada día ser transformado en tu presencia. Amén.

Dr. Daniel A. Bwron.
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