Cuando el señor nos hizo comprender el verdadero sentido de la historia, nos parecía estábamos soñando.

Sin proponérnoslo, nos echábamos a cantar y como locos, hablábamos de tu sabiduría desconcertante.

Los que antes nos habían rechazado por llevar tu señal en nuestra frente, enmudecían al reconocer, llenos de estupor, que tu amor era verdaderamente el gobierno del mundo;

y que Tú reservas a cada uno, sin pérdida posible, el fruto de sus trabajos de amor.

¡Por eso estamos alegres!

Señor, haz que nunca perdamos de vista que Tú puedes cambiar el desierto en vergel;

y que las lágrimas de los que con perseverancia intentaron caminos de abrazo entre los seres humanos, han regado la cosecha universal de la alegría.

Por eso, los que se entregan a construir un presente de fraternidad, verán que su sacrificio es el menos estéril de todos los sacrificios.

Este es el verdadero sentido de la historia:
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se pierde para sí mismo y para los demás.

Sólo tiene futuro el presente que se sacrifica en el amor.

¡Por eso estamos alegres!

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